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sábado, 26 de abril de 2014

¿Cómo medir el comportamiento de los personas en las redes sociales?

Esta entrada es para hacer una llamada a la comunidad científica sociológica para que me informen sobre cualquier investigación, artículo, ponencia, comunicaicón, libro, ensayo, tesis doctoral... que contemple metodologías que analicen el comportamiento de los individuos en las redes sociales.
Si tienes algún conocimiento, por mínimo que sea, te ruego me remitas la información, bien a este blog como comentario, bien en el siguiente correo electrónico: jose.bleda@uclm.es

martes, 22 de abril de 2014

Semana Santa en Sevilla: De lo ancestral a lo provocativo, pasando por lo sensual y lo social.

Por segundo año consecutivo y por imperativo de mi pareja he pasado la Semana Santa en la ciudad de Sevilla. Si el año pasado fue una experiencia iniciática en el rito religioso operístico que se monta en esa ciudad, este año se ha convertido en una mirada antropológica, sensual y sociológica (uno está contaminado por la observación perpetua de lo que pasa por su lado, sobre todo si se aburre y le disgusta, es una manera de divertirse como otra  cualquiera).
No tengo datos concretos de si son todos los sevillanos los que se tiran a la calle a venerar a sus cristos y vírgenes o son más los “extraños” (de otros lugares de España y del mundo) que cada vez son más atraídos (llevados) por el marketing turístico, pero lo que sí es cierto es que el centro de la ciudad queda colapsado y en algunos momentos es imposible que quepa alguna persona más, y cuando crees que se ha llegado a esa situación, llegan muchos más. Es decir, partimos de una concentración masiva de todo tipo de personas: creyentes, no creyentes, pobres, ricos, mujeres, hombres, blancos, amarillos, negros…, niños, mayores, medianos… Desde mitad de mañana hasta la madrugada son miles y miles de personas corriendo de un lado para otro para ver a una cofradía, a otra, a otra, y entre medias a comer y a beber. ¡Por todos los dioses!, lo que comen y beben, qué barbaridad. No sé si la Iglesia católica sacará rendimiento económico a todo esto, pero lo que son los bares, estos sacan para todo el año y más. Es una mezcla de personas que comparten los espacios unos con otros, y con una de las cualidades del mundo actual la de masas concentradas donde se van adaptando continuamente a las necesidades del momento, como diría el sociólogo Bauman es una masa líquida.
Masa líquida compuesta por miles de actores interpretando una gran ópera en la calle, cada uno cumple su papel dramático, desde los ateos llorando por su pertenencia a la cofradía y sentirse parte de esa emoción atávica, ancestral de lo religioso, hasta los creyentes que no creen en nada, pero hay que parecerlo. Cada uno vive su religiosidad según su habitus bourdiano, desde lo que observan este espectáculo popular con una mirada artística (esculturas, joyas, mantos, palios…), a los que lo hacen con una mirada sensual (qué muslos tiene el cristo, qué manos la virgen, qué cuerpazos los costaleros, qué ojos los nazarenos…), o a los que sienten en su interioridad el padecimiento de Cristo que salvó con su muerte a los humanos, o a miembros de la Guardia Civil escoltando todos los pasos, o a los adolescentes en la puerta del Palacio de Duquesa de Alba para ver si este año recibe o no al Cristo de los Gitanos. También se ha podido ver un acto “provocativo” o “reivindicativo” realizado por el sindicato anarquista CGT, los defensores del aborto y el lobby gay, que han sacado en procesión al “Santísimo Coño Insumiso” para protestar por la reforma de la ley del aborto, contra la homofobia y por los recortes de los trabajadores.
Como se puede contemplar los prismas son muy variados, en algunos casos hasta contradictorios, pero hay un hecho social que afecta a todas las personas de una manera transversal: las ganas de fiesta, de relacionarse, de divertirse. Lo religioso es otra cosa, de ello hablaré (o no) otro día.

martes, 8 de abril de 2014

Enfermos mentales que han cometido delitos, dudas sobre qué hacer con ellos.

Hace muchos años dirigí un Hospital Psiquiátrico y contribuí a la Reforma Psiquiátrica en nuestro país, abriendo las puertas de esas instituciones cerradas y creando una red comunitaria de salud mental. En muchas cosas acertamos, en otras erramos. De entre las que fallamos fue en qué hacer con los enfermos crónicos que no podían insertarse en la sociedad, sobre todo por su agresividad continua.
Hoy al leer la noticia de que en un proyecto de reforma de la justicia en España se contempla que un enfermo crónico especialmente agresivo que cometa delitos va a poder estar entre rejas (en un hospital psiquiátrico penitenciario) toda su vida si así lo decide un juez, en principio he dicho ¡qué barbaridad!, luego me he preguntado y quién es un juez para decidir si una persona está (o puede estar mañana) enferma o no, o por qué tiene que ser un psiquiatra, acaso la familia no tiene nada que decir, o por qué no puede ser una decisión colegiada entre todos los afectados. Luego me he acordado de un caso en el que tuve que intervenir para ver si se le daba la libertad a un enfermo mental que llevaba encerrado en un psiquiátrico penitenciario muchísimos más años de los que le correspondía por un delito que había cometido, la familia no quería recibirlo en casa, tenía pánico a sus actos violentos, el juez debía liberarlo del encierro, ya había cumplido con su falta, el centro sanitario adonde nos lo quería remitir no contaba con los medios para poder controlarlo, se podía ir cuando quisiera, los psiquiatras decían que ese no era un lugar para acogerlo, todos los trabajadores del centro tampoco estaban por recibirlo debido a su violencia. Entre todos decidimos internarlo y encerrarlo en una habitación con muchas medidas de seguridad (durante un tiempo estuvieron dos policías nacionales en la puerta del centro por si había problemas), se le puso medicación hasta lo insoportable, se le aisló de todo; más tarde se decidió enviarlo a una institución de salud mental privada religiosa que si se le pagaba un buen dinero estaba dispuesta a acogerlo, allí se le envió hasta que no pudieron con él y nos lo devolvieron. Más tarde se le hicieron una o dos lobotomías, ya no me acuerdo bien, su agresividad disminuyó, aunque no del todo. Creo que al final (yo dejé de trabajar en esa institución) se le envió a otra institución religiosa.
Todo esto me hace pensar en lo difícil que es tomar una decisión lo más justa para enfermos de este perfil, yo no sé qué es lo que hay que hacer, pero sí se que el primero que padece esa situación es el propio enfermo y la familia, luego todos los demás, y que la toma de decisiones debe ser colegiada, jamás personalizada ni en un juez, ni en un psiquiatra. Tal vez esté equivocado (una vez más), pero es lo que pienso.